Estaba en estos días dándole
vueltas a la situación, si se puede llamar así, política guriezana. Digamos que
trataba yo de encontrar un patrón de comportamiento político, mejor dicho, de
la clase dirigente en Guriezo. Hoy en día, a ese patrón, lo llamaríamos
algoritmo.
Tal vez por eso me haya salido este título tan rimbombante al conjuntar: el
status quo, el estado de la cuestión en estos momentos; la Gestalt,
la forma, de hacer o comportarse; las redes neuronales sobre la base de la
lógica difusa o borrosa, pues no tenemos más que cuestiones de lenguaje y
comportamientos borrosos. De ahí la lógica difusa, al faltarnos el posible uso
de una lógica formal o matemática.
Ya sea por mi impericia en tamaña
ciencia, ya sea por lo difícil de entrever entre tanta borrosidad o difusa
materia, la cuestión es que no consigo llegar a conclusión meridianamente
clara. También tuve la tentación de titular esta cosilla como EPISTEMOLOGÍA INVOLUTIVA
Y TEORÍA DEL HARTAZGO (DE MAX AUB A POPPER).
También tenemos un serio
problema, pues la base de la cuestión es, ante todo, la teoría de los conjuntos
y la pertenencia de cada elemento a los distintos conjuntos. En suma, un
follón.
Y mientras todo esto se va
intentando desarrollar, nos seguimos encontrando con esa lógica difusa
guriezana en la que nada es una verdad absoluta que, contradice la lógica
difusa al uso, al no encontrar en la otra parte que no sea una falsedad
completa.
Estamos viendo, borrosamente,
como la política guriezana es un compendio del engaño. Mejor dicho, compendio
de falsedades. Los partidos y agrupaciones electorales hicieron unos programas
para ser presentados a ustedes, que en ningún caso pretenden llevar a cabo. Se
llega a acuerdos que no se cumplirán jamás. Se tratan otros acuerdos mientras
se refrendan los anteriores y no se cumplirán tampoco los tratados ni los
refrendados.
La cuestión es que todo ello
queda difuso, borroso, como en sordina. Elemento musical este último que viene
que ni pintiparado, pues la música es por antonomasia la expresión matemática
del comer la oreja al votante.
Difuso y borroso que son dos adjetivos en las antípodas de la transparencia.
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