jueves, 14 de noviembre de 2019

SUENAN TAMBORES DE GUERRA


                Voy a hacer como que no me entero. O si lo prefieren, de la misa la media y de la media la mitad.
                Les digo esto porque hay algunos que creen que mi disposición a tratar los asuntos públicos y que me preste a realizar trabajos en pro de lo público, de los ciudadanos y el mantenimiento de los servicios públicos, es sinónimo de tontería. En román paladino, que ser bueno es lo mismo que ser tonto y, por lo tanto, me tienen por tonto más o menos útil, a según las circunstancias. Bien es cierto que la frontera entre bondad y tontería es muy sutil, pero caer en el error de confundir dicha frontera, es grave.
                Viene esto a cuento porque nuestros munícipes no tienen ni idea de hacer política. Confunden la política con la gestión de los servicios. Creen que porque son los políticos electos se tienen que dedicar a la gestión municipal, en vez de dedicarse a la política. Y así nos luce el pelo.
                Los programas electorales son programas políticos. Compromisos que los partidos presentan a los ciudadanos y que, una vez electos, con mayorías suficientes o con pactos y acuerdos, debieran llevar a la institución. Una vez en, nuestro caso, el ayuntamiento, dichos programas tienen que intentar llevarlos a efecto a través de los grupos municipales.
                Y aquí empiezan los problemas realmente. Los grupos municipales debieran apoyarse en sus respectivos partidos para poder llevar sus programas a efecto. Sin embargo, en nuestro pueblo, eso no se da. Los grupos municipales van a su bola y si están cohesionados, ni tan mal. Porque si no, los concejales van cada uno a su bola y poca política hacen. En realidad, nada. Dan palos de ciego porque normalmente ni se leen sus propios programas. No tienen un punto de llegada al que mirar, al que dirigirse. Dando tumbos ellos, dando tumbos nosotros todos.
                Cómo no saben a donde quieren llegar, ni qué vía han de tomar para llegar, ni que maleta han de portar, no hay políticas. Hay una gran vaciedad, que lo llaman experiencia. Y la experiencia resulta ser mirar con el rabillo del ojo al contrincante, que deja de ser contrincante para ser el enemigo. Uno con el contrincante se pelea y al final se abrazan como Pedro y Pablo, los Picapiedras. Pero al enemigo, al enemigo se le combate, se le sitia, aísla y anienta para que no pueda hacer nada y se muera de inanición. Se le cosifica, se le despersonaliza, para que no sea nada; solo un objeto y así, de ser una persona, pasa a ser un objetivo. Al objetivo, se le abate.
                Así generamos querientes o nolientes un poso de fascismo. De momento, como es delito matar físicamente al enemigo y no queremos acabar en la cárcel; matamos al enemigo con la imaginación, virtualmente, vamos. El problema surge, cuando a ese que hemos matado con la imaginación, se nos presenta todas las mañanas como un cadáver sonriente.
                Esta es la forma de la política guriezana. Lamentable, pero cierto. Es la política de a Rey muerto, Rey puesto. Sin solución de continuidad. Lo que hizo el anterior ya no sirve. Como se murió el anterior, el nuevo reyezuelo pasa de si hizo o dejó de hacer. Mi voluntad es ahora la que vale.
                Que les dije que iba a potenciar los servicios públicos, vale. Verdad es. Pero cierro todos los servicios públicos que hice yo mismo, en su momento, y todos los que haya montado el anterior. Eso sí, creo otros nuevos y los que no cierro se los pongo imposibles de usar.
Y en el entretanto, el ‘enemigo’ se revuelve en su ‘tumba’. Como tiene tiempo, hace sus números, las matemáticas les pone. La democracia como las matemáticas, se lo creen todos, va de números. Error, van de solucionar problemas. Pero allá cada quien y cada cual. Ya si eso tal…
Suenen tambores de guerra:
Que ladren alto los perros, que ladren y tiemble el suelo,
Que nosotros cabalgamos, que mientras tú ladras vuelo,
a dos mil metros de altura ya no escucho bien tus miedos
me tendrás que hablar más alto,
con el ruido no te entiendo.
Suenan tambores de guerra,
llueven dardos, silban flechas,
Los que ayer nos invitaban, hoy nos echan de sus fiestas,
que las ratas negras salen, gritaré más fuerte que ellas.
Que sin tanto maquillaje no nos parecen tan fieras”. (Izal)

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