Voy a hacer como que no me entero. O si lo prefieren, de la misa la media y
de la media la mitad.
Les digo esto porque
hay algunos que creen que mi disposición a tratar los asuntos públicos y que me
preste a realizar trabajos en pro de lo público, de los ciudadanos y el
mantenimiento de los servicios públicos, es sinónimo de tontería. En román
paladino, que ser bueno es lo mismo que ser tonto y, por lo tanto, me tienen
por tonto más o menos útil, a según las circunstancias. Bien es cierto
que la frontera entre bondad y tontería es muy sutil, pero caer en el error de
confundir dicha frontera, es grave.
Viene esto a cuento
porque nuestros munícipes no tienen ni idea de hacer política. Confunden la
política con la gestión de los servicios. Creen que porque son los políticos
electos se tienen que dedicar a la gestión municipal, en vez de dedicarse a la
política. Y así nos luce el pelo.
Los programas
electorales son programas políticos. Compromisos que los partidos presentan a los
ciudadanos y que, una vez electos, con mayorías suficientes o con pactos y
acuerdos, debieran llevar a la institución. Una vez en, nuestro caso, el
ayuntamiento, dichos programas tienen que intentar llevarlos a efecto a través
de los grupos municipales.
Y aquí empiezan los
problemas realmente. Los grupos municipales debieran apoyarse en sus
respectivos partidos para poder llevar sus programas a efecto. Sin embargo, en
nuestro pueblo, eso no se da. Los grupos municipales van a su bola y si están
cohesionados, ni tan mal. Porque si no, los concejales van cada uno a su bola y
poca política hacen. En realidad, nada. Dan palos de ciego porque normalmente
ni se leen sus propios programas. No tienen un punto de llegada al que mirar,
al que dirigirse. Dando tumbos ellos, dando tumbos nosotros todos.
Cómo no saben a donde
quieren llegar, ni qué vía han de tomar para llegar, ni que maleta han de
portar, no hay políticas. Hay una gran vaciedad, que lo llaman experiencia. Y
la experiencia resulta ser mirar con el rabillo del ojo al contrincante, que
deja de ser contrincante para ser el enemigo. Uno con el contrincante se pelea
y al final se abrazan como Pedro y Pablo, los Picapiedras. Pero al enemigo, al
enemigo se le combate, se le sitia, aísla y anienta para que no pueda hacer
nada y se muera de inanición. Se le cosifica, se le despersonaliza, para que no
sea nada; solo un objeto y así, de ser una persona, pasa a ser un objetivo. Al
objetivo, se le abate.
Así generamos
querientes o nolientes un poso de fascismo. De momento, como es delito matar
físicamente al enemigo y no queremos acabar en la cárcel; matamos al enemigo
con la imaginación, virtualmente, vamos. El problema surge, cuando a ese que
hemos matado con la imaginación, se nos presenta todas las mañanas como un
cadáver sonriente.
Esta es la forma de la
política guriezana. Lamentable, pero cierto. Es la política de a Rey muerto,
Rey puesto. Sin solución de continuidad. Lo que hizo el anterior ya no sirve.
Como se murió el anterior, el nuevo reyezuelo pasa de si hizo o dejó de hacer.
Mi voluntad es ahora la que vale.
Que les dije que iba a
potenciar los servicios públicos, vale. Verdad es. Pero cierro todos los
servicios públicos que hice yo mismo, en su momento, y todos los que haya
montado el anterior. Eso sí, creo otros nuevos y los que no cierro se los pongo
imposibles de usar.
Y en el entretanto, el ‘enemigo’ se revuelve en su
‘tumba’. Como tiene tiempo, hace sus números, las matemáticas les pone. La
democracia como las matemáticas, se lo creen todos, va de números. Error, van
de solucionar problemas. Pero allá cada quien y cada cual. Ya si eso tal…
Suenen tambores de guerra:
“Que ladren alto los perros, que ladren y
tiemble el suelo,
Que nosotros cabalgamos, que mientras tú ladras
vuelo,
a dos mil metros de altura ya no escucho bien tus
miedos
me tendrás que hablar más alto,
con el ruido no te entiendo.
Suenan tambores de guerra,
llueven dardos, silban flechas,
Los que ayer nos invitaban, hoy nos echan de sus
fiestas,
que las ratas negras salen, gritaré más fuerte que
ellas.
Que sin tanto maquillaje no nos parecen tan fieras”. (Izal)
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