Eso nos decía Anguita allá por
1997, valga de humilde homenaje, que los acuerdos entre formaciones políticas
tenían que ir cargados de programa y solo podían ser sobre el programa. Pero
claro está, para eso hay que tener un programa.
¿En qué ha de consistir un
programa que merezca tal nombre?
En primer lugar ha de precisar de
forma clara y concisa su visión ideológica, principios y valores, y las
prioridades en el ámbito local, en nuestro caso.
En segundo lugar, ha de proponer
políticas concretas y medidas realistas que llevar a cabo. Medidas que además
de realistas han de ser planteadas de manera suficientemente clara.
En tercer lugar, ha de plasmar
los modos de financiación y ejecución de las principales medidas planteadas.
Con su agenda de desarrollo de dichas medidas y propuestas.
Pero sobre todo, el programa ha
de contener la organización administrativa y forma de gestión del gobierno, la
forma de rendición de cuentas y la participación de la ciudadanía en su elaboración;
sin olvidar jamás la información que se ha de prestar constantemente a esa
ciudadanía, eso que algunos llaman transparencia en la seguridad de no
practicarla nunca.
A partir de ahí, con programa, se
puede alcanzar acuerdos de mínimos, al menos, con otras fuerzas políticas.
Acuerdos que pudieran ser de legislatura, puntuales, o de cualquier otro tipo.
Porque miren ustedes, cuando
alguien se presenta a gestionar la política, lo público, lo del común de los
vecinos, no puede caer en la tentación de reconocer su propia incapacidad de
gestión, dando lo común a la gestión privada o lo que vienen en, falsear, llamar
colaboración público-privado.
Para un posible pacto de
legislatura o puntuales, cada grupo político lleva su programa por delante con
los buenos argumentos que lo generaron. Argumentando en el diálogo, se alcanzan
acuerdos (de ser posible) y tras estos, se distribuyen las responsabilidades sobre
la base de una organización y formas de relación en la gestión. Y por descontado, se publica ese pacto o acuerdos
alcanzados. Porque algunos confunden la discreción que debe ir pareja a toda
negociación, con el secretismo y la ocultación de la misma. Olvidando que la
pregonada transparencia requiere de la discreción y de la publicidad de los
actos y los contenidos de estos.
Y todo esto, traducido a Guriezo
qué nos supone. Pues nada más y nada menos que:
En el pacto PRC-PSOE, no hay
programa alguno. De hecho, no nos han dicho que acuerdos alcanzaron. Lo único
que nos han publicado, por obligatorio, es el reparto de responsabilidades y
sus retribuciones. Reparto de responsabilidades que el PRC trastoca cada día,
dejando de lado al PSOE. Por eso sabemos que ese pacto está muerto, porque solo
querían al PSOE para hacer número y tener un objeto decorativo en la vitrina de
las mayorías absolutas.
Poco antes de los inicios de la
pandemia, a la vez que en Estella-Lizarra, en Guriezo se iniciaron
conversaciones para un cambio de gobierno municipal. El medio no puede ser
otro, dentro de la legalidad, que una moción de censura. Perdonen que insista. La
moción de censura es el medio legalmente estatuido, para un cambio en los
órganos de gobierno, no un fin. En Lizarra cuajó y el 25 de marzo se hizo real
ese cambio de gobierno municipal. En Guriezo fracasó. En Estella desde el 18 de
enero el asunto se aireaba en la prensa, mientras en Guriezo se trataba de
ocultar, al mismo tiempo que se aireaba en corrillos y cocinas. Ya ven ustedes
donde están las diferencias. De la discreción de la negociación y la
transparencia a la ocultación y la indiscreción. Si a ello le añadimos los programas
o la ausencia de los programas, llegamos a la conclusión del porqué unos
triunfan y otros fracasan.
Continuará…
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